lunes, 1 de marzo de 2010

28 de febrero, para nunca olvidar

Licda. Norma Guevara de Ramirios
Diario CoLatino

En 1977, ocurrió una masacre en el país, que inició en la Plaza Libertad y sus alrededores a la una de la mañana del 28 de Febrero. El origen, el fraude de una dictadura militar que arrebató al pueblo su decisión de elegir a la UNO, la población exigía de distintos modos, apelaciones, marchas, concentraciones para que la autoridad electoral de entonces, el Concejo Central de Elecciones, CCE, respetara al pueblo. El CCE callaba y la dictadura acudió al instrumento de fuerza, las Fuerzas Armadas y la forma fue la masacre.


Los contendientes  eran el viejo Partido de Conciliación Nacional,  PCN y la Unión Nacional Opositora, UNO, el primero representaba a la oligarquía, la Fuerza Armada reunía a su última tanda de generales, escogían al Candidato Presidencial, la parte civil de la dictadura escogía a un civil para candidato a Vicepresidente, hacían la formula y empezaba el andamiaje paramilitar y de reserva a movilizarse para ganar votos; sólo que desde 1972, la gente había aprendido que si era el voto el medio para escoger presidente, pues se podía votar por otro, y en 1972, habían votado mayoritariamente por Napoleón Duarte y con fraude le arrebataron la presidencia.

En 1976,  la UNO se volvió a coaligar como unidad de tres partidos, el Demócrata Cristiano,  PDC, el Movimiento Nacional Revolucionario MNR y el Unión Democrática Nacionalista UDN pero asumiendo que la Fuerza Armada tomaba partido sin tener porqué, la estrategia de la UNO fue escoger como candidato a un militar de prestigio ya retirado, y escogió al Coronel Ernesto Claramount, y como Vice el Doctor Antonio Morales Erlich. En campaña los candidatos visitaron todo el país, Claramount recogía el apoyo como un hombre honorable y valiente, muchos otros militares de  baja de distinto rango acompañaron a la UNO como Movimiento de Unidad Nacional, no eran partido, pero querían el cambio, acompañaron toda la campaña y de ese modo aquélla batalla entusiasmó y politizó a la gente.

En aquélla época si bien existían medios masivos de comunicación, carecían de la masividad e impacto actuales, el contacto y la comunicación preferente era directa y el pueblo se volcó.

Pero llegado el Día 16 de Febrero, capturaban a los representantes de la UNO en los organismos electorales, se robaban los paquetes electorales, los llevaban  a los cuarteles, se les descubrió mensajes que probaban el fraude en grabaciones por teléfono utilizando ANTEL, empresa estatal de telefonía.

La gente aún así  votó y votó por la UNO mayoritariamente; por eso al conocer el resultado dado por el CCE, protestó, invocó revisión de resultados, invocó el respeto a la soberanía popular sin tener respuesta que no fuera otra que el silencio. 

Por eso salió a la calle, ocupó la Plaza Libertad, se fue extendiendo hasta alcanzar unas diez cuadras a la redonda, hizo huelgas que se extendían día con día. Las mujeres encabezadas por Glorita de Claramount, marchábamos a demandar respuesta al CCE y seguía el silencio y se extendía la exigencia de respeto a la voluntad popular, antes de amanecer aquél lunes 28 de Febrero, con miles y miles de personas que se mantenían en la plaza y sus alrededores, respaldando a la UNO y sus candidatos, recordando aquél mensaje del candidato que decía “si nos quieren robar la victoria, NOS DAMOS EN LA MADRE” estábamos allí.

Escuchamos la misa del Padre Alfonso Navarro, Párroco de la Iglesia Miramonte, estaba por iniciarse el programa cultural cuando fuimos cercados por el ejército que conminaba a evacuar en cinco minutos.

La gente de los alrededores se acercó, se concentró, gritaban  consignas; el Coronel Claramount tomó la palabra, pidió que cantáramos el himno nacional y luego trató de persuadir a la tropa de impedir la masacre pero fue imposible, ordenó que entráramos a la Iglesia El Rosario en orden.

Las dos cosas pasaron, la gente que pudo entro, pero toda la fuerza bruta militar se volcó contra  la gente indefensa. Miles  rompieron el cerco y corrieron hacia la Terminal de Oriente, recibiendo machetazos, culatazos y balazos, la iglesia rebasó y sus vitrales fueron rotos para meter gases lacrimógenos. Se negoció la evacuación con Cruz Roja,  de manera que al amanecer nada quedaba, nadie sabía el saldo en vidas, heridos o capturados.

Empezó otro capítulo, la indignación y protesta de quienes no estaban allí, que también fueron masacrados en distintos lugares como el Parque Centenario. Nunca olvidemos, este episodio de agotamiento de la dictadura e inicio de una nueva convicción popular para enfrentarla, pero sobretodo luchemos siempre contra toda forma de fraude.

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