martes, 10 de febrero de 2009

Estafa a la credulidad del pueblo con promesas irrealizables

Tomado de Diario Colatino

Carlos Girón S.

Ingrato y cruel. Cruel e ingrato es sencillamente lo que están haciendo algunos partidos políticos con nuestro pueblo, engañándolo con una truculenta campaña para que vote por sus candidatos en las próximas elecciones presidenciales, a cambio de una sarta de promesas difíciles y materialmente imposibles de cumplir, creándole a la gente falsas esperanzas, que al verlas fallidas una vez pasen las elecciones y los meses, les dejarán hundidas en la frustración y el desconsuelo.
Nuestro pueblo, particularmente en las áreas rurales, que forma el mayor segmento de la población, es sencillo y crédulo. Al escuchar machaconamente las promesas, por ejemplo, muchos ya ponen a acariciar la idea de que tendrán, en vez de ranchos o champas de láminas y cartones, una casa bonita y pintadita, con todos los servicios básicos, en donde la familia vivirá mejor. Como la propaganda es para todo el territorio, cualquiera se pregunta: bueno, ¿y cuántos miles de casas van a regalar entre todos los habitantes que carecen de vivienda decente? Tal vez planean repartir siquiera unas 500 mil casas o quizá más. Por cierto que para ese plan ya le echaron el ojo a los fondos de las AFP, que no son dineros de dichas compañías sino ahorros de quienes han cotizado por años para confiar en una pensión cuando se retiren. Por lo mismo, son intocables, casi sagrados ya que son el futuro de muchos de nosotros.
Asimismo, quienes no tienen un empleo o un trabajo –incluidos miles de profesionales y obreros calificados—se hacen la ilusión de que pronto lo tendrán y gozarán de un salario fijo y atractivo con el que podrán sostener a la familia y acabar con la pobreza en que se encuentran.Los que tienen un empleo también se alegran y entusiasman, listos a dar el voto, por el ofrecimiento de que con el nuevo gobierno habrá aumentos sustanciales de sueldos, no un pinche 5 por ciento a mediados y al final de año.
Los enfermos se sienten aliviados con sólo oír la oferta de que los medicamentos serán abaratados –si llega o retiene el poder el partido que está despotricando en todos los medios y en mil formas con estos atragantados y atragantadores mensajes propagandísticos, llenos de demagogia, que hacen imaginar a muchos ilusos que pronto el Jardín del Edén se habrá trasplantado a El Salvador.
Engaño e hipocresía es también andar chineando niños chorreados del campo, abrazando a ancianos, estrechando “efusivamente” las manos callosas de campesinos y obreros, y otras pantomimas, como el fingir que están tomando nota de lo que todos piden, de las necesidades colectivas, y apenas salen de la comunidad visitada, tiran a la basura los pedazos de papel utilizados para el engaño.
Nunca, que recuerde, había presenciado una propaganda electorera tan estafadora como la que soportamos en estos momentos del mencionado partido, que ya siente el “good by” que le dará el soberano el 15 de marzo próximo. Por eso han recurrido a descaradas maniobras como en el caso de la alcaldía capitalina, que “ganaron” con la trampa de acarrear votantes de otros municipios como lo han denunciado en algunos medios dirigentes del partido opositor y personas que fueron parte del acarreo.Aunque ya tiene experiencias de elecciones pasadas y campañas engañosas con similares e incumplidas promesas, el pueblo, en su buena fe, vuelve a su credulidad pensando que tal vez ahora se materialicen siquiera algunos de los tantos ofrecimientos que oyen; sin embargo, en el fondo intuyen que éstos son irrealizables, que quedarán en la nada porque para concretizarlos se requerirían de grandes fortunas, con las que no cuenta un país tan pobre como el nuestro.
Si esto es así –y los mismos candidatos que andan con el canasto de las grandes ofertas están conscientes de ello—, su truculenta campaña no es más que una estafa a la conciencia, a la buena fe y la inocencia de nuestro noble pueblo trabajador.Lo que sí es cierto –y el pueblo lo sabe— es que para financiar tan ostentosa campaña que cuesta millones, se está recurriendo, sin duda, a cuantiosos recursos económicos y humanos ajenos. ¿Cuáles imaginan, ustedes lectores, que son? Pues, en cuanto a lo primero, los dineros de las arcas del Estado –cuyo únicos y legítimos dueños somos todos los salvadoreños que creamos la riqueza del país—, y en lo segundo, los miles de empleados públicos y sus familias, a quienes se amenaza e intimida, sutil o descaradamente, diciéndoles que si no colaboran en la campaña y no votan por el partido oficial, perderán su puesto.
Denuncias y revelaciones en ese sentido las hemos leído en estos días, después de los comicios del 18 de enero pasado, en las páginas del decano de la prensa escrita. El reverso de la medalla es la campaña que hace el partido que ha terminado por convertirse en la primera fuerza política en el país. Los observadores atentos habrán reparado que su candidato presidencial no anda haciendo ampulosos ofrecimientos que sabe no podría cumplir como gobierno.Por el contrario, pone el énfasis en el trabajo, haciendo consciencia en que todos deberemos seguir luchando para sacar adelante el país. Se cuida de no alentar esperanzas para que la gente no se siente a esperar piñatas. Eso es realismo. Sinceridad. Honestidad.
Lo más fácil del mundo es despotricar prometiendo ganguerías y las cosas regaladas; pero esa es también la manera más fácil de herir la conciencia y los sentimientos de un pueblo. El nuestro, noble como es y luchador, no merece eso. Ya es suficiente lo que le han hecho sufrir con engaños y estafas tantos de los partidos y gobiernos anteriores. No sigan con esa crueldad e ingratitud, señores políticos.

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