Fallecido en Tonacatepeque, allá por el puente Las Cañas en el Cantón El Rosario, uno de los cantones más peligrosos del municipio, aquel del cual su gente ha pedido les ayuden con la seguridad, aquel que está cerca de Soyapango, más cerca de La Campanera, hoy Tonacatepeque se ha vuelto famoso, si buscamos "Tonacatepeque" en la Web, son más de mil resultados que antes, pero en su mayoría relacionados con el asesinato de este famoso periodista, radicado en El Salvador desde los tiempos de aquella guerra que nos costó más de 70,00o vidas.
A nivel mundial, no se explica que el lugar donde su cuerpo está encontrado está más cerca de la ciudad de Soyapango que la zona urbana de Tonacatepeque; sin embargo, debemos aceptar que nuestro país se hunde bajo la amenaza de las maras, las extorsiones, la delincuencia; debemos aceptar que los gobiernos anteriores vieron en la delincuencia un negocio, dejaron que la delincuencia aumentara para que los ricos ganaran al incrementarse en sus tiendas la venta de armas, para que los que tenían compañías de seguridad lograran más contratos en las colonias, hoy sufrimos por esta falta de seriedad en manejar la seguridad pública, hoy estamos agobiados en cualquier lugar y es fácil echarle la culpa al gobierno entrante.
Hoy a nivel mundial existe consternación por el asesinato de Christian Poveda, hoy debemos llorar por la muerte de otro, que aunque no nació en El Salvador, ya era uno más de los salvadoreños, alguien que luchó por la superación de los pobres, por lograr rescatar niños y jóvenes de las maras, por lograr el desarrollo de mucha gente; hoy debemos unir a las oraciones por nuestros familiares y amigos, una oración por este gran hombre que sembró una semilla de amor en nuestra patria, aunque le hayan pagado mal aquellos a los que ayudó.
Hoy Tonacatepeque a nivel mundial es sinónimo de riesgo; sin embargo como solo los que alli vivimos sabemos que en realidad es una ciudad apacible debemos hacer algo para mostrar lo contrario; unámonos todos los ciudadanos para cambiar esta imagen, mostremos que somos un pueblo culto, de tradiciones, de valores; ayudemos a las nuevas autoridades a mejorar la imagen de nuestra ciudad, esforcémonos por mostrar lo bueno que tenemos y hagamos de nuestra pequeña ciudad, un sitio de orgullo para todos, tal vez un día aparezca este nombre a nivel mundial por lo que en realidad es, una ciudad deseosa de desarrollarse y con gente que vale la pena.
Dios te tenga en su gloria Christian Poveda, hiciste que el nombre de nuestra ciudad se conozca a nivel mundial, lastimósamente por la tragedia que unos pocos que no conocen a Dios te provocaron; que Dios nos ayude a lograr la seguridad, justicia y reconciliación que nuestro pequeño El Salvador necesita.
Les dejamos un artículo sobre este gran fotógrafo...
Tomado de Diario Vasco
La muerte tatuada en la cámara
Poveda presentó el año pasado en el Festival de Cine de San Sebastián su película 'La vida loca', sobre los 'maras'
Nacer en Argel, cuándo y en 1955, un año después de que comenzase la cruel Guerra de Liberación de Argelia, de padres franceses hijos de exiliados españoles, tiene que marcarle a uno el destino. Tanto que en 1977 Christian Poveda ya era foto reportero. Lo fue en Vietnam, Líbano, Irak, Irán. En el Chile de Pinochet y en la Argentina de Videla.
Nacer en Argel, cuándo y en 1955, un año después de que comenzase la cruel Guerra de Liberación de Argelia, de padres franceses hijos de exiliados españoles, tiene que marcarle a uno el destino. Tanto que en 1977 Christian Poveda ya era foto reportero. Lo fue en Vietnam, Líbano, Irak, Irán. En el Chile de Pinochet y en la Argentina de Videla.
Marca el nacimiento, marca el origen, marcan las guerras que has vivido, las dictaduras que has fotografiado. Te enamoras y descansas tus huesos cansados en El Salvador, el país más pequeño de Latinoamérica. Un volcán en perpetua actividad. Un volcán que escupe sangre, balas, fuego. Conoces a las pandillas, las maras. Y tu cuerpo de fotógrafo reacciona tras la guerra civil. Conoces sus códigos, sus señales, sus tatuajes. Vuelves a sacar las cámaras. Entras en una cárcel. No son cárceles normales las que guardan a La Salvatrucha y a la Dieciocho. Están ellos en Quezaltepeque, Chalatenango, Ilopango y Tonacatepeque. En uno de sus patios montas un estudio fotográfico. Allá les retratas a todos. A los más grandes pandilleros. A los más atroces. A los mejor tatuados. A toda una generación perdida. Esas fotos se ven por primera vez en 2005 en la Guangzhou Photo Biennial. China. Y en el Museo de Bellas Artes de México. Esas fotos fueron pretendidas por el Festival de Cine y Derechos Humanos de San Sebastián. Decías que las maras no son un reality show y que detrás de cada asesino, hasta de los tuyos, se esconde una persona, a veces un niño. O una muchacha.
Trabajaste aquellas fotos con dedicación rayana en la locura. Y luego, durante meses, filmaste una película, La vida loca la titulaste. Se estrenó el año pasado. En septiembre. En la sección Horizontes latinos del Zinemaldia. Aquellos a los que habías filmado ayer eran asesinados hoy y enterrados mañana ante las mismas cámaras, las tuyas. Era, es, La vida loca una obra muy sobria pero abigarrada y bizarra en su montaje, su banda sonora, su zozobra de movimientos. Dijeron los de la piel tatuada que te dejarían filmar si no te metías en sus asuntos. Aceptaste. Ni juzgaste ni adoctrinaste. Sabías lo que te jugabas. Podría ser entonces o después. Ha sido ahora.
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