jueves, 17 de septiembre de 2009

Orígenes de la miseria en El Salvador


Alirio Montoya
Rebelión


“…fueron nuestros antepasados los que enaltecieron los valores de la justicia, la libertad, igualdad y felicidad social, hasta que desgraciadamente pisó este suelo sagrado la miserable bota del imperialismo, representada en aquellos tiempos por la Corona Española, frente al cual se hizo presente la valentía heroica de nuestros aborígenes ante el invasor extranjero, precisamente en defensa de su modo de vida, en defensa del socialismo”.

Carlos Escarrá Malavé (Diputado de la Asamblea Nacional de Venezuela)

La crisis económica y social que agobia cada día más a la mayoría de salvadoreños tiene que ser abordada y entendida desde un enfoque histórico y realista de los hechos, sin caer por supuesto en un el simplismo historicista. No pretendo hacer en este capítulo un exhaustivo análisis de la realidad histórica salvadoreña desde su descubrimiento, invasión y colonización, hasta llegar a la independencia de 1821, porque hay una vasta literatura al respecto tanto oficial como no oficial; es decir, la historia contada desde la posición de los vencedores como la de los vencidos; pero sí, hay que precisar sobre algunos acontecimientos muy elementales para luego ir profundizando en la realidad actual.

Por ejemplo, se puede señalar a efecto de refrescar la memoria, que el origen de nuestra miseria inicia a partir de aquel 26 de enero de 1522, cuando el reinado católico de la España medieval del siglo XVI, por medio de Andrés Niño, al mando de un ejército terrorista de esa época, se asombraron de la belleza pintoresca y natural al ver lo que ahora se conoce como Golfo de Fonseca. Luego de este descubrimiento, como elemento indispensable de toda cruel invasión, viene acompañada por la masacre de nativos, perpetrada ésta por el señor Pedro de Alvarado en 1524 -un lugarteniente del señor Hernán Cortés-, quien atraído por su avaricia cometió los peores crímenes de la historia; y todo por apropiarse de nuestro oro y riqueza que habían en las tierras de este hermoso país. La historia nos señala que Pedro de Alvarado fue acusado de provocar oposición innecesaria por exceso de crueldad y destrucción y por tomar como esclavos aún a aquellos indios que lo habían recibido en paz. [1]

Antes de estos acontecimientos no gratos para la historia de nuestros pueblos, en El Salvador, en antaño la tierra de los pipiles, [2] la vida era armoniosa, en plena interdependencia entre el hombre y su hábitat, y se fue produciendo con esa relación algo más que un amplio conocimiento de la forma de aclimatar, cultivar y usar las plantas; [3] porque los indígenas mantenían un contacto permanente con la tierra, cultivándola como medio de subsistencia. Mucho antes de la llegada de los españoles, las sociedades indígenas, basándose en sus descubrimientos e invenciones, habían logrado adelantos económicos y sociales considerables. Es decir, nuestros antepasados diseñaron toda una cultura autóctona en armonía con la naturaleza; pero se vio repentinamente perturbada por el hombre del “Viejo Mundo” que se ensanchó en destruir todo un patrimonio de mucho valor para nuestros aborígenes. El concepto de la comunidad del hombre con el suelo, el clima y las plantas, era la base de sus posturas hacia el uso de la propiedad de la tierra. [4]

Estas anteriores citas continuas nos sirven para tener un panorama claro de cómo vivían nuestros antepasados, sobresaliendo la relación del hombre con la tierra en plena estabilidad; a pesar de no tener un dato preciso respecto a la extensión territorial ni datos poblacionales pre-hispánicos, se puede inferir a raíz de lo antes citado que había una densidad considerable de indígenas en El Salvador. Aún siglos después de la cruel invasión, algunas reliquias arquitectónicas se preservan en la actualidad, como las construcciones de piedra de Tazumal, Cihuatán y San Andrés, las cuales dan fe de los avances en arquitectura a miles de años y kilómetros de distancia del Imperio Egipcio.

Para lograr someter a los nativos [5] era preciso quebrantar el orden constituido, destruyendo de tal manera todo tipo de signo extraño para el invasor, como las creencias de los indígenas y su estructuración social; sin embargo, ese intento no fue el más idóneo, porque el nativo se aferró a lo que él amaba, que no era otra cosa más que su tierra. En esa dirección, decíamos que el señor Pedro de Alvarado comenzó a masacrar indígenas que se oponían a la conquista del “hombre extraño”, incluso a los que no prestaron resistencia alguna; pero se vio enfrentado con una considerable resistencia, aunque finalmente, debido al poderío militar español de ese entonces los aborígenes fueron doblegados. Alvarado y su gente después de explorar estas tierras se ve un tanto defraudado, porque no encontró la gran cantidad de oro como la que anteriormente habían saqueado a los nativos de México y el Perú; pero encontraron otra riqueza: la tierra y su gente.

No solamente a base de espadas morían los nativos en tiempos de la conquista, sino también a causa de las enfermedades contagiosas que trajeron consigo los españoles. El ganado europeo comenzó también a destruir los cultivos, razón por la cual pereció otro sin número de indígenas. Esta fue una gran catástrofe, porque a causa de las enfermedades traídas del “Viejo Mundo”, como la viruela, sarampión, malaria y fiebre amarilla, murieron indígenas que se contaban por centenares. Estos fenómenos, como el genocidio, las enfermedades y el ganado, contrarrestaron la resistencia y la densidad poblacional indígena, dando paso con ello fácilmente al despojo total de las tierras, para que fuera el indígena quien la cultivara y el español quien comercializara lo producido en ellas. En el esquema de la propiedad sobre la tierra, el español introdujo lo que se conoció como “tierra ejidal”, [6] distorsionando de esa manera el concepto que el indígena tenía sobre ella; y como ya se ha dicho, el ganado arrasó con las plantaciones de maíz, frijol y hortalizas; esto produjo mayor calamidad y muertes, y obviamente un debilitamiento en el indígena que lo llevó a la resignación de sembrar la tierra para el amo como único medio de subsistencia.

A nivel mundial el comercio se fue extendiendo; por tanto, la corona española comienza a exportar-importar el cacao, el bálsamo y por último el añil; en el entendido que estos productos salían de nuestro territorio hacia el Reino de España y de ahí hacia los demás países europeos, configurándose así los primeros signos crueles de explotación. El cultivo del cacao fue un éxito para los españoles porque nuestra tierra era idónea para ello. Es del caso la zona alta del departamento de Morazán, en el lugar conocido como “muralla o huerta de cacao”, lo que ahora se conoce con el nombre de Cacaopera, [7] como también gran parte de San Salvador y Sonsonate. Este cultivo fue el que más se explotó en tiempos de la invasión y posterior colonización. La demanda fue incrementándose, lo cual obligaba a elevar la producción requiriendo más mano de obra, y en consecuencia más explotación de indígenas. Pero también esto llevó a que se agotara la mano de obra porque los nativos comenzaron a padecer constantemente de enfermedades cuyo desenlace era inevitablemente la muerte; se produjo así un déficit en el cultivo y la exportación de este producto. Y además, el declive del cultivo del cacao fue a consecuencia de que en tierras del imperio español comenzó a cultivarse el cacao, y de manera estratégica prohibieron que en nuestras tierras se continuara cultivando dicho producto.

De tal suerte, el añil vino más tarde a sustituir al cacao como monocultivo de agroexportación dentro de la lógica del comercio exterior de esa época; primeramente por el déficit antes señalado del cacao, pero también por la guerra de mercados que estaba produciendo en Europa el comercio del añil. El descubrimiento del añil en sus posesiones americanas, fue para España de una importancia comercial enorme…los portugueses importaron desde la India su primer cargamento de añil, Lisboa reemplazó pronto a los puertos italianos. [8] Obviamente a España se le reducían sus costos en exportaciones; sin embargo, esta nueva explotación fue dando pie a una nueva decadencia del pueblo indígena. En primer lugar porque hubo una migración de indígenas hacia las tierras donde se cultivaba el añil, y por otro lado los molinos donde se procesaba este producto se convirtió en un verdadero infierno para los indígenas. En tanto, se puede ahora asegurar que ese descubrimiento y consiguiente invasión marcó el inicio de nuestra miseria. La tierra, a raíz del cultivo del cacao y más tarde del añil, trajo como resultado inevitable un nuevo concepto de propiedad de la tierra, ya que para los indígenas, ésta era considerada como un bien de la comunidad; en otras palabras, existía el dominio sobre una porción de tierra pero en función del beneficio de la comunidad en sí.

Los españoles introdujeron una modalidad sobre este concepto de propiedad de la tierra, porque no era vista en función de la comunidad, sino en función de intereses muy particulares. Despojaron al pueblo nativo de sus tierras, y se les asignaba una parcela como medio de subsistencia únicamente. Y no sólo eso, también introdujeron el tributo, disfrazado del famoso diezmo; porque ya para la colonización, vinieron a El Salvador en 1551 las primeras órdenes religiosas como los dominicos y los franciscanos. “Las órdenes se enriquecieron rápidamente, con regalos de ciudadanos españoles y el diezmo impuesto a los indios. El sistema, según parece, concedió a los conventos de las órdenes un número de pueblos indios, en los cuales ellos tendrían la responsabilidad de enseñar la doctrina y recibían a cambio el diezmo de los indios”. [9] Esto es similar a lo que los pastores protestantes de la “Teología de la Prosperidad” le exigen a sus feligreses hoy en día, con la modalidad que no es mediante decreto alguno, sino, a través de presiones psicológicas.

A medida que fue transcurriendo el tiempo, hubo varios indios que comenzaron a adoptar y asimilar la cultura y creencias de los españoles, y es en este preciso momento cuando aparecen los fraccionamientos de clase; a ellos se les conoció como ladinos. Pero también surgieron los mestizos, que era un nuevo sector de la población salvadoreña como resultado del “cruce” o mezcla de razas entre españoles e indias producto de salvajes violaciones. Aparecieron también los criollos, que eran los nacidos y criados bajo la colonia. Estas son algunas de las transformaciones sociales que se produjeron en El Salvador.

Hubo también un elemento económico-político que dio los primeros insumos para que se diera la independencia. Nos referimos a la figura del intendente, quien era un funcionario de España encargado de supervisar y canalizar la producción, comercialización y exportación del añil. Esta modalidad implementada, tanto a los criollos como a los mestizos no les pareció porque les afectaba sus intereses comerciales en cuanto a los márgenes de ganancia que generaba la exportación del añil; porque la figura de la intendencia, por esa intervención, la Corona cobraba su dividendo disfrazado de impuesto; y obviamente no le generaba mayor ganancia a esa primera clase pudiente de El Salvador. Como hemos logrado detallar muy brevemente la destrucción hacia toda una cultura autóctona de nuestros antepasados, mediante el despojo de tierras, la imposición de creencias e implementación de impuestos, se van generando los orígenes de nuestra miseria. Casi 500 años han pasado y la situación socioeconómica de nuestro pueblo ha ido empeorando cada día más.

A finales del siglo XVIII se fue configurando la lucha por la independencia de las colonias sometidas al reinado de España, culminando el 15 de septiembre de 1821; pero obviamente sabemos que los beneficiados de esta supuesta independencia fueron algunos próceres y allegados a éstos. Con ello, posteriormente se da el surgimiento de la oligarquía salvadoreña, la cual cimentó sus raíces y extendió sus garras hasta la fecha. Se puede afirmar por consiguiente, con toda la propiedad del caso, que en síntesis lo que en verdad sucedió con la independencia fue un cambio brusco de dominación.

Karl Marx señalaba décadas más tarde a esta independencia, que el caso del descubrimiento y conquista de América respondía a la misma realidad cambiante, a la decadencia del sistema feudal de dominación; y nos dice que, la circunnavegación de África abrieron nuevos horizontes e imprimieron nuevo impulso a la burguesía. El mercado de China y las Indias orientales, la colonización de América, el intercambio con colonias, el incremento de los medios de cambio y de las mercaderías en general, dieron al comercio, a la navegación, a la industria, un empuje jamás conocido, atizando con ello el elemento revolucionario que se escondía en el seno de la sociedad feudal en descomposición. [10] Diremos en consecuencia, que no es cierta la fabulosa historieta que nos contaron nuestros maestros en primaria y secundaria, de que un tal Cristóbal Colón, ilusionado con llegar a las Indias orientales en ruta hacia el oriente de la península Ibérica se topó con un nuevo continente. La verdad es que esta expedición de Colón respondía a la lógica de abrir nuevos mercados, incluso se habla de que ya habían indicios de la posible existencia del “Nuevo Mundo”.

Pero lo lamentable y curioso es que no hay un registro sistematizado del descubrimiento y posterior invasión; lo que existen son datos difusos, porque la iglesia católica, en pleno y descarado contubernio con el Estado de aquella época ocultó los peores crímenes de la humanidad cometidos por la Santa Inquisición; destruyeron con ello no sólo nuestra ancestral civilización, sino también los indicios de que en nuestra comarca, a la que le dieron el ridículo nombre de América, existían sendos avances en la ciencia y sus diversas manifestaciones como la agricultura, organización social y astrología. Lo que dejó al descubierto la anterior aseveración fueron unas cartas que enviaban hacia España algunos representantes del imperio en estas tierras, en las cuales mostraban cierta inconformidad y se quejaban del maltrato que cometían sus compatriotas en contra de los indígenas.

En lo concerniente a la independencia sí se pueden detallar las razones sobre la misma porque hay registros confiables de ese acontecimiento. Es a partir de la independencia donde se comienzan a sentar las bases para el surgimiento de la oligarquía como fuerza dominante de El Salvador. Es oportuno puntualizar que hubieron razones que motivaron la independencia, es decir que intervinieron factores internos y externos para que ésta se gestara.

El añil fue un producto que benefició mucho a España, pero fue a su vez una causal interna para que se diera la independencia; porque el añil que se producía en nuestras tierras era llevado hasta Europa para comercializarlo, lo cual a la Corona le generaba enormes réditos en tanto que la mano de obra de los indígenas no era remunerada en muchos casos y, en otras ocasiones, cuando el indígena que cosechaba un porcentaje mínimo de añil junto al pequeño comerciante de este producto, se veían imposibilitados de trasladarlo –en el caso del pequeño comerciante- hasta Ciudad de Guatemala, que era el centro del comercio del añil y de otros productos en Centroamérica. Pero este producto le trajo al imperio español el inicio de su declive como potencia, ya que los grandes comerciantes del añil en Guatemala se comenzaron a sublevar en contra de la Corona, porque la anteriormente señalada figura del intendente en las relaciones del comercio exterior, no era del agrado e interés de la naciente clase dominante.

Los mestizos, criollos y líderes religiosos; en una palabra, los grandes comerciantes, querían tratar sus negocios de manera directa con el comprador europeo. Sus intereses económicos eran comerciar directamente con los compradores extranjeros, no a través de Guatemala y España, y pagar los más bajos precios posibles por las importaciones, sin proteger ninguna industria doméstica con barreras aduanales. [11] Se logra comprender ahora que la impulsora de la independencia de Centro América fue la naciente clase dominante. Aunque es de señalar, que a ellos se sumaron muchos ladinos que no gozaban de privilegios, e incluso también indígenas que, seducidos por un sentimiento de liberarse del yugo español, y porque la naciente oligarquía criolla les prometió no imponerles impuestos como lo hacía España, decidieron por tanto abrazar la causa de los próceres.

Entre las causas externas se pueden enumerar por ejemplo la Revolución Francesa como ideal a seguir, la independencia de las colonias inglesas en parte de América y la invasión de Napoleón a España. Estos factores fueron determinantes para que el 15 de septiembre de 1821 se declarara en Guatemala la independencia, apuntalando el inicio de una nueva era de miseria para el indígena y para el desposeído.
*El autor es escritor y Licenciado en Derecho
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[1] - Alastair White. “El Salvador”. UCA Editores, primera Edición, El Salvador 1983.
[2] - Se cree que los pipiles vinieron de México a fundar Izalco y Cuscatlán en el año 1054, dirigidos por un príncipe tolteca, después de su derrota en una sangrienta disputa sobre su sucesión dinástica.
[3] - David Browning. “El Salvador, la tierra y el hombre”. Cuarta edición de CONCULTURA, El Salvador, 1998.
[4] - Ibíd.
[5] - Esta terminología se emplea aquí también para identificar a un grupo de personas que son originarias del lugar en el cual viven.
[6] - Del latín “exitum”, y es una porción de tierra no cautiva y de uso público, también considerada como un bien que es en definitiva propiedad del Estado o de sus municipios; y le era entregada al indígena para que la cultivara. Esto es parte de la injusticia, porque la tierra era del indígena, no así del Estado, el cual era representado por los españoles y criollos. Esta forma de tenencia ejidal de la tierra fue establecida por las autoridades españolas y su abolición a fines del siglo XIX, por el advenimiento del cultivo del café, vino a convertir a todos estos labriegos en asalariados, al servicio de los grandes latinfundistas de la época.
[7] - Ibíd.
[8] - Ibíd.
[9] - Alastair White. “El Salvador”. Primera Edición, UCA Editores, El Salvador, 1983.
[10] - Karl Marx y Engels. “El manifiesto comunista”. Editorial Alba, Madrid, España, 1997.
[11] - Alastair White. Op.cit.
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